Esta predicación nos recuerda que la restauración de lo que está en ruinas no es tarea de unos pocos, sino de todo el pueblo de Dios. Inspirada en Nehemías, revela que la verdadera edificación espiritual requiere visión, oración, unidad, orden y perseverancia.
Cada persona tiene un lugar en el muro y una parte vital que cumplir. En un tiempo donde la distracción, la apatía y la presión del mundo buscan detener la obra, Dios llama a su iglesia a levantarse, organizarse y reconstruir con valentía.
Un mensaje que despierta propósito, rompe la pasividad y nos invita a trabajar juntos para restaurar lo que el enemigo quiso derribar.
Un mensaje que confronta la idolatría moderna y recuerda la centralidad absoluta de Jesús. Basada en la exhortación de Pablo a la iglesia de Corinto, esta predicación revela cómo la división, la admiración desmedida por líderes humanos y la presión del mundo pueden desviar nuestra mirada del verdadero fundamento: Cristo.
En medio de un siglo marcado por la desconfianza, la velocidad y los ídolos invisibles, se nos llama a volver a la unidad, a la fidelidad y a la firme convicción de que solo Jesús es suficiente. Una palabra que impulsa a renunciar a toda distracción y a vivir con una fe centrada, madura y firme en Él.
Esta predicación nos lleva a enfrentar lo que muchas veces escondemos: las deudas emocionales, los resentimientos silenciosos y las heridas que cargamos sin darnos cuenta.
A través de la parábola de Jesús sobre los dos deudores, se revela que el perdón no es un acto opcional, sino un reflejo inevitable de la gracia que un día nos alcanzó.
“Ellos, tú y yo” representa a quienes nos han herido, a nuestro propio corazón necesitado de sanidad, y a Dios llamándonos a restaurar lo que se rompió. Este mensaje confronta, sana y libera, recordándonos que la verdadera victoria del Reino no está en exigir justicia, sino en extender misericordia como Cristo lo hizo con nosotros.