Esta predicación nos recuerda que la esencia de la vida cristiana no es la rutina, ni las reglas, ni los hábitos religiosos, sino el amor.
Basada en Mateo 22:37-39, revela que amar a Dios y amar al prójimo es el fundamento de toda nuestra fe. A través de experiencias reales, desafíos familiares y la constante invitación de Jesús a vivir en gracia, se nos llama a dejar de postergar el perdón, el cariño y la reconciliación.
Amar no es esperar el momento ideal, sino decidir cada día reflejar el corazón de Cristo. Un mensaje que inspira a valorar, abrazar, restaurar y amar… un día a la vez.