A comienzos del siglo XX, el paisaje religioso chileno ya conocía la presencia de diversas Iglesias evangélicas, fruto de las ramas de la Reforma del siglo XVI que, pasando por Europa y Estados Unidos, habían llegado paulatinamente al país. En medio de una sociedad marcada por la riqueza del salitre, el embellecimiento de las ciudades y las tensiones internacionales que desembocarían en la Primera Guerra Mundial, el protestantismo seguía siendo minoritario, pero empezaba a arraigarse entre chilenos y chilenas.
En este contexto arriba al norte de Chile el médico y misionero metodista Willis C. Hoover, enviado por la Iglesia Metodista Episcopal. Junto a su esposa se instala primero en Iquique, donde asume la rectoría del Colegio Inglés (Iquique English College), combinando la labor educativa con el trabajo pastoral. Más tarde será trasladado a Valparaíso, para hacerse cargo de la Iglesia Metodista Episcopal en el puerto, ciudad que se convertirá en uno de los epicentros del posterior avivamiento pentecostal.
En Valparaíso, las noticias de movimientos de avivamiento en otros lugares del mundo, como la Misión Mukti en la India y experiencias en Estados Unidos, despiertan un profundo interés. Los relatos sobre un “bautismo con el Espíritu Santo y fuego”, acompañados de sanidades, reconciliaciones y manifestaciones espirituales, motivan a Hoover y a la congregación a buscar una renovación semejante, en estrecha relación con el estudio de la Biblia, especialmente del libro de los Hechos de los Apóstoles.
OBISPOS DE LA IGLESIA METODISTA PENTECOSTAL DE CHILE
Las respuestas no tardan en hacerse visibles: en la iglesia metodista de Valparaíso comienzan a experimentarse con fuerza reuniones marcadas por oración ferviente, gozo espiritual, consagración personal y testimonios de conversión. Se reportan manifestaciones como el hablar en lenguas y una profunda convicción de pecado y arrepentimiento. El templo se ve colmado por una creciente asistencia, mientras el movimiento se difunde hacia otras congregaciones del país, convirtiéndose en un despertar que no se limita a un templo ni a una ciudad.
Sin embargo, el avivamiento genera resistencias. Dentro de la propia Iglesia Metodista Episcopal se alzan voces favorables, pero también sectores que consideran excesivas estas manifestaciones, juzgándolas como algo “fuera de lo común” o poco compatibles con un culto más ordenado. A ello se suma la oposición de parte de la Iglesia mayoritaria en Chile y de sectores de la élite gobernante, para quienes el pentecostalismo popular resulta incómodo, especialmente cuando comienza a alcanzar a los sectores más pobres y rurales del país.
En Santiago, mientras tanto, las Iglesias Metodistas Episcopales también contaban con hermanos y hermanas que oraban por un despertar similar. Cuando la hermana Elena Laidlaw viaja desde Valparaíso para compartir lo que estaba ocurriendo en el puerto, se encuentra con una recepción dividida: algunos desean escuchar, otros se oponen abiertamente. El conflicto estalla el domingo 12 de septiembre de 1909, cuando se le impide dirigirse a la congregación y llega incluso a ser arrestada a petición de la autoridad metodista. Como consecuencia, de las dos iglesias metodistas de la capital salen dos grupos que se organizan como Primera y Segunda Iglesia Metodista Nacional, conservando el sello wesleyano, pero afirmando una identidad propia, nacional y fuertemente pentecostal.
OBISPO EDMUNDO ZENTENO CÉSPEDES Y DIACONISA GERTRUDIS HERRERA VALENZUELA
En Valparaíso, el pastor Hoover y la mayoría favorable al avivamiento enfrentan presiones similares. La tensión con las autoridades metodistas se hace insostenible y, a comienzos de 1910, el grupo decide tomar su propio rumbo, separándose del marco institucional de la Iglesia Metodista Episcopal. Hoover resuelve acompañar a la congregación, manteniendo la doctrina metodista y la herencia de John Wesley, pero abrazando plenamente la experiencia pentecostal que estaba marcando a la joven iglesia chilena.
Cuando los Metodistas Nacionales de Santiago conocen la decisión de sus hermanos de Valparaíso, invitan a Hoover a asumir la supervisión del movimiento. A partir de esta articulación se va perfilando una denominación con identidad propia, que terminará adoptando el nombre de Iglesia Metodista Pentecostal de Chile. El término “pentecostal” subraya la referencia explícita a la experiencia narrada en Hechos 2, y la fecha simbólica de fundación se fija en el 12 de septiembre de 1909, día en que se produjeron las rupturas que dieron origen a las primeras comunidades metodistas nacionales de carácter pentecostal.
En los años que siguen, la nueva Iglesia inicia un rápido proceso de expansión. Entre 1910 y 1920 se abren obras en diversas ciudades y localidades, tanto en la zona central como en el sur del país. Pastores y obreros viajan a Pitrufquén, Temuco, Concepción, San Fernando, Quillota, Linares, Chillán, entre muchas otras ciudades, impulsados por un fuerte sentido misionero y una organización sencilla, donde la predicación, la oración y el testimonio personal ocupan un lugar central. Hacia la década de 1930, la presencia metodista pentecostal ya se extiende a un amplio conjunto de comunas y pueblos, consolidando a la Iglesia como una de las expresiones evangélicas más numerosas del país.
En el plano jurídico, un hito relevante se produce el 30 de septiembre de 1929, cuando la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile obtiene su Personalidad Jurídica de Derecho Privado mediante el Decreto N.º 2148. Se trata de la primera organización evangélica de corte pentecostal que se constituye legalmente en Chile, lo que le permite organizar su administración, adquirir bienes y proyectar su labor en un marco reconocido por el Estado. Décadas más tarde, parte de esta tradición institucional dará origen también a una personalidad jurídica de derecho público, en el contexto de las reformas relativas a entidades religiosas en el país.
A lo largo del siglo XX, la Iglesia atraviesa momentos de crecimiento y también de tensiones internas. En 1933 se produce un cisma que dará lugar a la Iglesia Evangélica Pentecostal, mientras la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile prosigue su camino bajo la conducción de líderes nacionales como Manuel Umaña Salinas, reforzando su identidad pentecostal y su arraigo entre los sectores populares urbanos y rurales. Más adelante, en 2007, diferencias de carácter administrativo desembocan en una nueva separación, distinguiéndose hoy una rama con personalidad de derecho público (IMPCH) y otra con personalidad de derecho privado (Corporación Iglesia Metodista Pentecostal de Chile), ambas herederas del mismo avivamiento fundacional de 1909 y del mismo tronco metodista-pentecostal.
En la actualidad, la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile se reconoce como una de las denominaciones pentecostales más numerosas del país, con presencia en prácticamente todo el territorio nacional y filiales en diversos países de América y otros continentes. Sus distintas expresiones jurídicas mantienen en común la centralidad de la experiencia del Espíritu Santo, la predicación del evangelio, la adoración congregacional fervorosa y la continuidad con la herencia wesleyana recibida a través de la antigua Iglesia Metodista Episcopal.